La seta es al hongo lo que el fruto al árbol. Supone tan solo una pequeña parte que le permite diseminarse mediante la dispersión de las esporas almacenadas bajo el sombrero de la seta. Pero la mayor parte de esos mismos hongos cuyos “frutos” consumimos está oculta bajo el suelo que pisan nuestros pies mientras caminamos por el bosque.
Boletos, oronjas, níscalos y muchas otras especies de setas comestibles viven en simbiosis con los árboles a través de ectomicorrizas. La etimología griega del término micorriza alude a la unión entre mýkēs (hongo) y rhiza (raíz), la íntima conexión que muchas especies de hongos establecen con las raíces de los árboles.
Los hongos ayudan a que los árboles puedan absorber más agua a través de sus raíces. Y, en una situación de cambio climático, supone un punto muy importante para la adaptación a la sequía.
Las ectomicorrizas protegen a los árboles frente a hongos patógenos mejor que otros tipos de micorrizas. Donde predominan los hongos ectomicorrícicos, los árboles tienden a crecer en grupos densos de una misma especie. En cambio, donde predominan otras micorrizas, la diversidad de especies suele ser mayor.
Información encontrada en National Geographic España
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